Bangladesh surge generalmente entre nieblas, uno va caminando poco a poco en medio de calles angostas y abarrotadas de gente que despide olor a humedad y pasto recien cortado. Uno termina de salir de ese laverinto digno de Bowie y se aparece frente a una puerta de madera negra, toda desvencijada y llena de calcamonias de marcas de tabacos importados y de viejas bandas de jazz.
Adentro es un mundo aparte, en donde la identidad del viejo bar esta dada por las volutas de humo que despide la gente. Por la forma en que sus curvas y contracurvas toman los reflejos violetas de las luces de neon, y van creando formas de angeles, de antiguos amores y de caricias, que te rodean a medida que vas caminando hacia la barra.
Alli el barman sonrie esquivando el arrugado trozo de papel dibujado que Victor insiste en refregarle en la cara. Lo mira lleno de fastidio, arrugando la frente calva, como si estuviera harto de cada idiota que viene a preguntar acerca de los whereabouts de cada persona.
Victor ni se da por enterado y mira a la botella semi llena que gotea sobre sus propios zapatos. Lo que victor le muestra es una foto suya, supongo que esta bastante ebrio, pero voy a dejarlo tranquilo mientras el barman lo zamarrea y lo hecha.
Adentro la gente sigue sumergida en la música que golpea y retumba con un ritmo laconico y ya... sinceramente no se que más decir de Bangladesh.
1 comentario:
Mariano, te lo he dicho/escrito algunas veces. Me gusta mucho como escribís, una narrativa descriptiva y envolvente en sus silencios escondidos a través de cada acción que se presenta.
Me gusto mucho el comienzo, la presentación de un mundo “laberinto” y el otro mundo por adentro de un viejo bar. La búsqueda, la identidad y sobre todo este sujeto “Victor” estático sobre el reflejo.
No tengo más que decir.
Saludos.
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