lunes, 7 de febrero de 2011

Victor duerme.

Comienza como un punto de partida, un punto... solo un punto. Pero si se trata del punto correcto es más que suficiente. Alcanza para hallarse, alcanza para observarse, alcanza para ver. Y alcanza para sumergirse, hundiendose profundamente, en un silencio tan denso que parece el mar mismo.

Cálido y seco. Es interminable, como un éter que acaricia la piel y le permite sanarla. Permite limpiarse sus cicatrices y encontrar un reposo. Una pausa en lo más profundo del abismo le da el tiempo para respirar, y seguir caminando hacia la superficie, hacia el limite mismo de la conciencia. Hasta encontrar la barrera, esa fina linea llamada duermevela. Esa linea, que vista de perfil, se pliega y no es más que un punto.


Hasta despertarse. Hasta abrir los ojos, sentarse en la cama y encontrarse con el día.


Victor tenia frecuentemente este sueño, veía frente a si mismo una linea, y al cabo de unos pasos, llegaba a su perfil y la veía como un punto.

Y dentro de ese punto cabía todo.