miércoles, 28 de octubre de 2009

B

Adentro hacia calor, y el departamento olia a ella. Preparamos unos mates, me saque el sueter y nos quedamos charlando. De atras para adelante: de que ella se dio cuenta que puse una cara rara, porque que yo pense que no le tenia ganas a Soledad pero quizas si, a la hermana de ella. Que fue lo que pense cuando ella dijo que yo le tenia ganas a Soledad, porque yo habia dicho que los rusas son muy lindas, cuando ella dijo que el mejor mate que habia probado lo habia hecho un ruso, justo despues de que yo le dije de comer algo y hacer otra ronda de mate. Porque me agarro hambre cuando le dije que yo siempre soñaba que se me caian los dientes, despues de que ella dijo por veinteaba vez que otra vez se olvido de llamar al odontologo, ni bien termine de reprocharle que me devuelva la remera de radiohead que le preste la semana pasada, porque justo se habia ido a lavar la ropa, justo que habia recordado que cuando era chica su madre solia dejar los libros al lado del lavarropas y siempre tenian olor a jabon en polvo, porque yo me habia reido al notar que los libros olian a viejo, mientras ella me decia que no era su culpa que venia pensando en los libros que tenia que leer, porque yo puteé porque ella era una colgada porque ni me vio cuando entro.

martes, 27 de octubre de 2009

A

Hacia dos horas que estaba esperando que me abrieran la puerta. La bolsa de pan, que habia comprado recien sacado del horno, ya estaba toda llena de gotas de condensacion. Igual yo lo masticaba. Como si fuera chicle. Y para entretenerme buscaba figuras entre los relieves del piso y de la pared. Me inventaba historias, pensaba soluciones a un par de quilombos que tenia en la cabeza. Era como tener una tele en la pared.
Y justamente cuando meti mi mano en la mochila para sacar la bufanda, llego ella. Caminaba rapido, con un millon de bolsas colgandole de los brazos, y una pila de libros que le tapaban media cabeza. Parecia un perchero con patas. Llego a las corridas hasta la puerta de su edificio. Ni me dio tiempo a sonreirle, o sacarme los auriculares para saludarla, que abrio la puerta, se metio adentro, me dejo afuera y enfilo para el ascensor. Colgada. Espere unos minutos. Toque el timbre. Espere otros minutos, y clave mi dedo gordo sobre el boton de bronce con todo el peso de mi cuerpo. Lo deje asi hasta que una voz chillona y electrica salio del parlante, y me respondio.
-Si si, ahora bajo.

Y bajo, con el pelo revuelto, el gorro de lana todavia en la mano y arrastrando su campera por el piso. Me abrio y entre. Afuera quedo mi mal humor del momento. Subimos.