domingo, 2 de julio de 2017

Animal Behaviour


A veces los zorros se quedan invernando por un tiempo largo, indefinidio. Se calman, se arropan y encuentran un lugar medio olvidado donde acurrucarse. Se ovillan y esperan. O mejor dicho se olvidan de sí mismos, se olvidan de todo el resto de las cosas y esperan. Esperan a sentir que las cosas al rededor de ellos aparecen de nuevo. Entonces, recién entonces sale el sol, les pica el bagre y se dan cuenta de que pasaron quizas un año, o cinco, o diez... siendo nada. Haciendo nada.

Y parece medio estupido pero hacen esto, justamente para poder volver a hacer las cosas desde cero. Desde una mirada inocente y naive que les permite encontrar nuevas formas de hacer las mismas cosas. Porque digamos la verdad, los Zorros son bastante pajeros, o miedosos. Es un "ante la duda no.... pero... pero si de repente" y pluc, se resetean. Se obligan a despegarse de viajas costumbres. Pueden activarse y reiniciarse. Y ver una salida de sol desde cero.

Las Salamandras en cambio no dormitan. No conectan y no se doblegan. No regatean. No pierden el hilo. Lo entienden tacitamente. Son capaces de guiñar un ojo y murmurarte “todo piola”. Y claramente, obviamente, todo esta piola para una Salamandra. Son naturalmente amorales, anarquistas y anacronicas. Hay quien dice que las Salamandras no mueren nunca. Porque la tienen clara. Sin saberlo, sin esforzarse entienden como mirar una salida del sol, como cocinar una faina y como encontrar la correcta puntuacion para una enciclopedia de bioquimica. Lo cazan al vuelo, de toque.

En el medio, ahi como punto de equilibrio, los tejones se ven a si mismos como cronistas. Como individuos carentes de valor en sí mismos, excepto por el tiempo que acumulan. Cada segundo es la chance de notar una mota de polvo en el lugar preciso. Cada instante es un momento de reflexion. Para poco a poco entender, los tejones buscan compilar y atestiguar. Son los profetas de un conocimiento global por venir.

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