como la cualidad de ser, o cualidad de corresponder a la
sensacion del otro. Eso es empatia
Como la deconstruccion del ser, o la incapacidad de *percibir*
al otro. Eso es soledad.
como la verdad del ser, o la capacidad de percibir al otro y ser incapaz de
corresponderle. Eso es la melancolia.
ideal, su opuesto ,y una extraña mezlca de ambos,
forman la vida cotidiana de cada uno de nosotros.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
lunes, 9 de noviembre de 2009
Botiquin
"Decotazepar. Efectos ambiguos. Pruébese antes de usar."
Si, el frasco decía eso. Randalxephon lo cerró con una mueca de curiosidad en la cara y buscó quién sería su primera víctima. Las opciones eran relativamente pocas, así que decidió tomar una dosis el mismo.
El problema era.... cómo se tomaba. El decotazepar se compra en frascos que están llenos de una arena verde oscuro. Según había leído, solamente las salamandras ancianas pueden concentrar el calor necesario para fundir esa arena y convertirla en liquido. Y eso implicaba solamente una cosa: pedirle ayuda a la abuela.
La abuela de Randalxenphon era justamente una salamandra anciana, hecha y derecha. Era capaz de cocinar cualquier cosa y de armar cualquier plato. Sus mas de mil años de experiencia en gastronomía la convirtieron en una autoridad en el tema, pero también en un ser extremadamente terco y caprichoso. Una de las cosas en las que la abuela estaba religiosamente convencida, es que es imposible para una salamandra practicar la medicina, o cualquier cosa que implique usar una bata. "Es de maricones" sentenciaba.
Randalxenphon golpeó la puerta de la casa de sus abuelos. Espero unos segundos apretando el frasquito de porcelana que tenia en el morral y mastico su chicle con saña. Cuando la puerta se abrió , primero asomó una mano llena de arrugas y quemaduras. Después una cabeza ovalada y calva. Finalmente aparecieron los ojos chillones y Randalxenphon reconoció a su abuelo. Robiscolorofonte Medina estaba en chancletas y fumaba su pipa de caparazón de tortuga. Dejó que su nieto pasara, cerró la puerta porque la cosa esta jodida y miró a su nieto de arriba a abajo.
"¿Que haces acá?" le preguntó, Randalxenphon tosió disimulando sus nervios. Se aclaró la garganta. "¿Esta la nona?". El abuelo pegó una pitada tranquilo y mientras se rascaba el ombligo (si, las salamandras tienen ombligo) señalo arriba las escaleras y murmuró "Esta durmiendo". Guardó las llaves en un bolsillo y se adentró por un pasillo rumbo a la cocina.
Randalxenphon sonreía. Contó hasta diez para darle tiempo a su abuelo a volver a su sillón. Y se escurrió silenciosamente por las escaleras.
Doce metros adelante estaba el cuarto de su abuela. Por suerte las pantuflas que se había puesto amortiguaban bastante el chirrido de los pasos contra el piso de madera.
Olgividia Medina dormía sobre una cama individual, porque decía que dormir en la misma cama que tu esposo, es de hippie o de desfachatados. Su panza enorme se elevaba y sus brazos caían como péndulos al costado de la cama. Randalxenphon se puso en cuatro patas, y reptó por el piso de madera encerado. Esquivó varias pilas de recetarios y libros de comida tailandesa, levantó la cabeza buscando signos de vigilia y se acercó a la cama. Su abuela seguía roncando y murmurando incoherencias. Se sacó las pantuflas, y se trepó a la cama. Desde ahí arriba, parado sobre la panza de su abuela preparó todo. Sacó de su morral un encendedor zippo; el frasco de Decotazepar lo ato con un hilito desde la araña que colgaba en el techo y lo dejó, más o menos a la altura de la boca de su abuela. Finalmente se colocó dos guantes de cuero, sacó una cajita de marfil y la colocó en la panzota de su abuela. Randalxenphon se agachó. Se ajustó un par de antiparras que tenía para ir a la pileta, y abrió la cajita. De adentro surgieron un par de hilos azules que se enredaron en los bordes y de toque los congelaron. Despues un par de alas azules y un pico redondo. Era un Ebisu, un pajaro especial para generar chuchos de frio. El ave dió un pequeño aleteo, volo por ahi y se enterró debajo de la panza. Buscó la espina dorsal de la abuela y cuando llego ahí, se enroscó . El frio del pajaro le provocó un tremendo escalofrío a Olgividia. Se retorció en una onda espástica desde los pies a la cabeza. Agarró con fuerza las sábanas, roncó, chilló, y su nariz empezó a sacudirse. Tragó una bocanada de aire y en un segundo tiró un estornudo gigante. Randalxenphon en seguida prendió el zippo. El fuego prendió en los gases del estornudo, y la explosión entera baño el frasco de Decotazepar, hasta fundir su contenido.
Ebisu se desvaneció instantáneamente, Randalxenphon guardó todo en su morral y salió corriendo de allí.
Ya tenia lo que quería.
Olgividia se rascó la oreja y siguió durmiendo.
Si, el frasco decía eso. Randalxephon lo cerró con una mueca de curiosidad en la cara y buscó quién sería su primera víctima. Las opciones eran relativamente pocas, así que decidió tomar una dosis el mismo.
El problema era.... cómo se tomaba. El decotazepar se compra en frascos que están llenos de una arena verde oscuro. Según había leído, solamente las salamandras ancianas pueden concentrar el calor necesario para fundir esa arena y convertirla en liquido. Y eso implicaba solamente una cosa: pedirle ayuda a la abuela.
La abuela de Randalxenphon era justamente una salamandra anciana, hecha y derecha. Era capaz de cocinar cualquier cosa y de armar cualquier plato. Sus mas de mil años de experiencia en gastronomía la convirtieron en una autoridad en el tema, pero también en un ser extremadamente terco y caprichoso. Una de las cosas en las que la abuela estaba religiosamente convencida, es que es imposible para una salamandra practicar la medicina, o cualquier cosa que implique usar una bata. "Es de maricones" sentenciaba.
Randalxenphon golpeó la puerta de la casa de sus abuelos. Espero unos segundos apretando el frasquito de porcelana que tenia en el morral y mastico su chicle con saña. Cuando la puerta se abrió , primero asomó una mano llena de arrugas y quemaduras. Después una cabeza ovalada y calva. Finalmente aparecieron los ojos chillones y Randalxenphon reconoció a su abuelo. Robiscolorofonte Medina estaba en chancletas y fumaba su pipa de caparazón de tortuga. Dejó que su nieto pasara, cerró la puerta porque la cosa esta jodida y miró a su nieto de arriba a abajo.
"¿Que haces acá?" le preguntó, Randalxenphon tosió disimulando sus nervios. Se aclaró la garganta. "¿Esta la nona?". El abuelo pegó una pitada tranquilo y mientras se rascaba el ombligo (si, las salamandras tienen ombligo) señalo arriba las escaleras y murmuró "Esta durmiendo". Guardó las llaves en un bolsillo y se adentró por un pasillo rumbo a la cocina.
Randalxenphon sonreía. Contó hasta diez para darle tiempo a su abuelo a volver a su sillón. Y se escurrió silenciosamente por las escaleras.
Doce metros adelante estaba el cuarto de su abuela. Por suerte las pantuflas que se había puesto amortiguaban bastante el chirrido de los pasos contra el piso de madera.
Olgividia Medina dormía sobre una cama individual, porque decía que dormir en la misma cama que tu esposo, es de hippie o de desfachatados. Su panza enorme se elevaba y sus brazos caían como péndulos al costado de la cama. Randalxenphon se puso en cuatro patas, y reptó por el piso de madera encerado. Esquivó varias pilas de recetarios y libros de comida tailandesa, levantó la cabeza buscando signos de vigilia y se acercó a la cama. Su abuela seguía roncando y murmurando incoherencias. Se sacó las pantuflas, y se trepó a la cama. Desde ahí arriba, parado sobre la panza de su abuela preparó todo. Sacó de su morral un encendedor zippo; el frasco de Decotazepar lo ato con un hilito desde la araña que colgaba en el techo y lo dejó, más o menos a la altura de la boca de su abuela. Finalmente se colocó dos guantes de cuero, sacó una cajita de marfil y la colocó en la panzota de su abuela. Randalxenphon se agachó. Se ajustó un par de antiparras que tenía para ir a la pileta, y abrió la cajita. De adentro surgieron un par de hilos azules que se enredaron en los bordes y de toque los congelaron. Despues un par de alas azules y un pico redondo. Era un Ebisu, un pajaro especial para generar chuchos de frio. El ave dió un pequeño aleteo, volo por ahi y se enterró debajo de la panza. Buscó la espina dorsal de la abuela y cuando llego ahí, se enroscó . El frio del pajaro le provocó un tremendo escalofrío a Olgividia. Se retorció en una onda espástica desde los pies a la cabeza. Agarró con fuerza las sábanas, roncó, chilló, y su nariz empezó a sacudirse. Tragó una bocanada de aire y en un segundo tiró un estornudo gigante. Randalxenphon en seguida prendió el zippo. El fuego prendió en los gases del estornudo, y la explosión entera baño el frasco de Decotazepar, hasta fundir su contenido.
Ebisu se desvaneció instantáneamente, Randalxenphon guardó todo en su morral y salió corriendo de allí.
Ya tenia lo que quería.
Olgividia se rascó la oreja y siguió durmiendo.
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Randalxenphon
lunes, 2 de noviembre de 2009
C
El chicle ya habia perdido el sabor hacia dos horas, pero aun seguia tirado en la cama mirando el techo. Contar vueltas del ventilador no era muy entretenido y ella seguia enojada. Me levante, abri la heladera y saque una botella de agua. Se me ocurrio que lo mejor que podia hacer era tirarla toda encima de la cama, enfriarla toda, inundarla. A la cama por supuesto. Y despues mojarme yo. Y despues dejarme secar al aire, y aprovechar ese tiempo para pensar ¿Como mierda habia terminado en esa sintonia?. Me refiero, a que si lo tengo que enfrentar, okai lo hago sin drama... pero con que sentido?. Distanciandome un poco de la apatia volvamos al tono que tenia un par de lineas mas arriba. Retomemos. Yo, empapado, tirado en la cama mientras pienso y cuento las vueltas del ventilador. Saco otro chicle, como si fuera un reset, y elegimos otro camino: la pagina 153 terminaba con el personaje muerto, asi que sacamos el dedo donde marcabamos la ultima eleccion y retomamos desde ese punto. Y asi, una y otra vez. Prueba y error hasta encontrar el camino hasta la ultima pagina, siempre el ultimo final era el mejor. Elige tu propia aventura.... la vida es un poco asi, no?
Y ella abrio la puerta. Elige tu propia aventura me dije, asi que me levante, cambie el disco de Porcupine y puse uno de Simon & Garfunkel. Era algo mas alegre para quebrar la inercia.
Para esa hora ya me habia secado (la cama seguia empapada) asi que no me moleste en cambiarme la remera. Nomas la segui hasta la cocina, la abrace de nuevo y espere a ver como respondia. Me abrazo, y cuando vi su cara aun sonreia. Era todo lo que necesitaba. Pero algo me seguia picando en alguna parte del cuerpo.
Y ella abrio la puerta. Elige tu propia aventura me dije, asi que me levante, cambie el disco de Porcupine y puse uno de Simon & Garfunkel. Era algo mas alegre para quebrar la inercia.
Para esa hora ya me habia secado (la cama seguia empapada) asi que no me moleste en cambiarme la remera. Nomas la segui hasta la cocina, la abrace de nuevo y espere a ver como respondia. Me abrazo, y cuando vi su cara aun sonreia. Era todo lo que necesitaba. Pero algo me seguia picando en alguna parte del cuerpo.
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Historias cortas
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