miércoles, 5 de marzo de 2014

Quimera


Capitulo 2.
Quimera

La curiosidad siempre fue un vicio mío. Uno tan personal como mi firma. Eso y los puchos.  De hecho, si necesitas saber donde estoy, me podes encontrar al final de una larga hilera de colillas de Fambrulo. Y esa hilera, empiece donde empiece, generalmente termina en Bangladesh. Ahí me quedo en la barra, tomando lo que encuentre... hasta que algo pase.

La primera vez que llegue a Bangladesh, fue cuando recién me había mudado a capital desde el interior de la provincia. Vivía en un departamento viejo, subsistiendo a base de sopitas Knorr, así que estaba famélico.
Como decía, con la panza rugiéndome sali a dar una vuelta por avenida Córdoba a ver qué comía. Hice un par de pasos y en la esquina de Coca Sarli me encontré un barsito. Bangladesh decía el cartel. Camine derecho a la puerta (desesperado por un plato de fideos) y subí los escalones de la entrada. Termine de subir, empuje la puerta (quizás le sumaba una copa de vino), y cuando entre note que el bar estaba vacío. De punta a punta todas las mesa vacías. No habia nadie detras de la barra, parecía abandonado. Entre el hambre y la mala suerte me cabree, me fui para la barra y dije “ma’ si agarro lo que vea y me lo llevo puesto”. En eso faltando dos o tres pasos para la barra, algo me golpeo en la nariz. Y enseguida entendí porque el bar estaba vacío.

Percibí el aroma más atroz que había sentido en toda mi vida, piensen en cientos de repollos hirviendo, en poxirran rancio, en bombas lacrimógenas...  Esto que se olía en el bar era peor, te desfiguraba la razón. Te atravesaba, quemandote desde la punta de la nariz, hasta el fondo de la nuca.

Así que huí, corrí puteando a viva voz y con los ojos chorreando lagrimas.
Llegue a la puerta con mis pulmones (bah, lo que quedaba de ellos) gritando por aire puro. Abrí la puerta, tire con todas mis fuerzas para abrirlas. Entro un poco de aire y yo sali, cayendo en el medio de la esquina. Y vomité. Permanecí así temblando y transpirando unos veinte minutos, intentando sacar de mi nariz la sensación de ardor. Al rato me pare, y vomite de nuevo.

Cuando estuve un poco mejor seguí camino a mi departamento. Al menos el hambre habia desaparecido por completo. Llegué a la otra esquina de Córdoba y Rivotril y me detuve. Me quede parado, pensando con las llaves de mi casa en la mano. No entendía algo. No había forma de que algo oliera tan mal. Seguí caminando y entre en mi casa. Es imposible pensé. Entre al ascensor. Fuera de joda, es inadmisible. Toque el tercero. Era… No, no tenia idea de que era.
Justamente por eso tenia que volver, tenía que pasar por todo el bar, por todo el olor. Por todo lo que me quemase la cabeza de ahí dentro. Pero quería saber qué era. Así que entré en mi casa, fui a mi cuarto. Saque la pistola debajo de la almohada. Llené un balde de perfume berreta, y metí adentro una máscara antigas en el balde - si, tengo una máscara antigas. Mi abuelo la uso en la primera guerra-.

Salí del departamento, llegue hasta el bar y entré. Con la mascara puesta veía todo recortado y teñido de verde. Ahora el olor era casi tolerable, una mezcla del pachuli y leche quemada. Pero tambien pude distinguir bien clarito el humo. Creo que era humo, se parecía mas a una maraña de hilos que flotaban enredándose y desenredandose por el aire.
Lo seguí con la mirada y note que salía desde atrás de la barra, por una puerta. Salté para el otro lado y empecé a seguir el humo. La puerta llevaba a una cocina minúscula, con las paredes y el techo cubiertos de grasa quemada. Definitivamente el aroma era aún peor. Más denso. Seguí caminando apretando la máscara contra mi cara transpirada. Atrás de los hornos el humo doblaba por un pasillo estrecho y alto, así que me perfile y como pude me mande por ahí. Cada tanto mis pies golpeaban algunas cajas, o alguna otra cosa, pero por el humo no llegaba a ver que era. Salí del pasillo y termine en una despensa repleta de botellas y frascos. Luego había una puerta toda oxidada, desde ahí se filtraba el humo. Acá se parece mas al agua, pensé. Abrí la puerta, las bisagras chirriaron por el oxido. Entró más humo y yo salí.

Estaba en un callejón, el humo era una neblina negra que me mojaba el cuerpo y flotaba por todos lados. Era como estar debajo del agua en una pileta. Del sol ninguna noticia. Metí la mano en mi saco y saque un encendedor. Lo prendí y alcance a ver algunos contornos. Ya era algo por lo menos, pero todavía no tenia idea de por donde seguir. Así que me pegue a una pared y empecé a caminar, viendo si podía llegar al fondo del callejón.
Mientras avanzaba, con mi mano pegada a la pared, empecé a escuchar un sonido, como algo arrastrandose por el piso, o moviéndose muy lentamente. Saqué la pistola y camine.

Llegue hasta el desemboque de otro callejón, y vi delante mio un hombre. Me escondí atrás de unas cajas, y desde ahí lo vi mejor. Era gordo y petiso, tenía un delantal de cocinero y una máscara antigas. Avanzaba muy lentamente envuelto en espirales de humo, arrastrando los pies hacia el fondo del callejón. Parecía concentrado en transportar algo que llevaba. Justamente, algo que era, la fuente del humo.

Lo llamé a gritos, pero no me dio pelota, siguió metiéndose en el callejón. Salté la caja y empecé a perseguirlo porque se complicaba verlo a más de dos metros. Corrí hasta terminar pegado a su espalda.

El tipo ni se entero, seguía concentrado en transportar lo que fuera que cargaba. Me estiré por encima de su hombro, pero había demasiado humo y a duras penas le vi una panza fofa. De caliente, me puse en puntas de pie y, como un imbécil me saqué la máscara pensando que iba a ver mejor.  Obviamente el humo me volteó, de toque se me metió a chorros por la garganta y me cegó al instante. Intente seguir caminando y ver que carajo llevaba el cocinero, pero entre el mareo y el ardor de los ojos me golpee la pierna con algo y tropecé. En la caída alcance a agarrarme del delantal del cocinero y logré sostenerme. El tirón sumado al golpe asustaron al cocinero, que pegó un salto tremendo y en el cagazo, revoleo lo que llevaba entre sus manos.

Ahí, mientras giraba en el aire y yo caia, fue cuando lo vi: todo el humo que llenaba el bar, toda la niebla que cubría el callejón, esa cosa gruesa que olía horrible y se te pegaba como arena en la garganta. Todo esa porqueria salía de un antiguo cenicero de ceramica. Un cernicero repleto de colillas y restos de cigarros. Repleto de cenizas mezclada con alcohol y mugre. Sobre todo mugre.

El cenicero marco una parábola perfecta. Se desplazo una decena de metros en el callejón y reventó contra una pared de ladrillos al final del callejon. Debajo de esta pared, casualmente, había un tacho de basura. En el vivían felizmente dos ratas, un perro y una polilla; había también musgo, un par de reflectores antiguos, un viejo motor de freon de un autito y unas letanías anotadas en un cartón, que casualmente había copiado un linyera hacia dos semanas. Allí, en ese mismísimo tacho, fue donde cayó el contenido del cenicero. Embebiéndolo todo.
Y de pronto el tacho explotó.

Tiempo después se descubrió que aparentemente el freon, sumado a la actividad eléctrica del cerebro de las ratas, del perro y de la polilla (escaso voltaje, pero aparentemente el indicado) reaccionó con el carbón de la ceniza. Todo esto eclosionó en ese asqueroso tacho de basura, formando un caldo de cultivo y termino dando como resultado, una reacción química de la puta madre.
Poco sabía de todo esto en aquel momento, pero para cuando recobre la conciencia me dolia todo. Se ve que habia aterrizado arriba de una caja de madera. Como pude me incorporé, y cuando levante la mirada me di cuenta que frente a mi  había una Quimera. Hecha y derecha. Prensil, etérea y extremadamente confundida. El cocinero estaba paralizado a unos metros de mí, justo entre ella y yo.

El cocinero me miró y trató de salir corriendo. Pero antes que diera un pacito, antes de que siquiera lo notaramos la Quimera lo agarró entre dos dedos. Lo levanto como si nada y se puso a olisquarlo con curiosidad, o hambre. Ahi pensé que él era boleta, y que mi curiosidad me puso en una situacion de mierda. Fuiste, por boludo. Como no habia chances de irme, me levante resignado y de a poco me arrastre afuera de la caja en la que estaba escondido. Me acerque a la bestia casualmente pensando como comunicarme con ella. Trataba de mantener la mente afilada y rezaba que no se enterara que estaba cagado en las patas. Cuando me vio caminando, yo le sonrei y ella soltó al cocinero. Giro sobre sí misma y en un instante apunto hacia mi, lista para tragarme. Saqué mi pistola y en vez de apuntarle a ella la puse sobre mi cabeza lista para volarme la jeta antes de que ella me destroce. Le di una ultima pitada a mi cigarrillo - ni siquiera me acuerdo de ponerlo en mi boca o prenderlo, dicho sea de paso - y cuando exhale el humo, la bestia se frenó completamente. Instantaneamente, con la boca arriba mio, apunto de cerrarse. Incluso una gota de saliva, espeza y alquitranada, me empapo la cabeza y las orejas. Asi y todo pude escuchar una voz gruesa y profunda que me preguntó "¿no me das uno?". Miré para arriba y respondí "seguro" mientras levantaba un cigarrillo casi partido. Ella lo tomó, el cigarrillo se encendió y de alguna manera empezamos a charlar.


No hay comentarios.: